lunes, 17 de septiembre de 2007

Hoy me ha dado por pensar en la importancia de las miradas.
Todo ha sido porque cuando llegaba a casa, a dos metros de ella, mientras aparcaba el coche, he visto entre las flores de mi valcón a alguien que revoloteba como un bichito en medio de un enjambre. Miré curiosamente y entre los geranios vi aparecer una cabecita pequeña. Me di cuenta que estaba pendiente de mis movimientos volví la cabeza hacia arriba intrigada y, de repente, apareció mi primo pequeño, tiene tres años, el chiquillo señalaba mi coche con un dedo mientras furfuñaba algo entre dientes. En ese momento le miré a los ojos y con un solo vistazo me percaté de la alegría que le daba verme, se le notaba impaciente porque mis pasos se acelerasen hasta llegar a la puerta.
-¡Qué curioso!- pensé. Nada más echar un vistazo a sus ojos sabía lo que, probablemente, pasaba por su cabeza en ese instante.
Curiosamente, esta mañana había empezado un curso de formación educacional y, como casi siempre, había llegado tarde. La monitora ya había empezado a hablar y yo al llamar a la puerta la interrumpí. Me dí cuenta que, aunque con sus palabras me dió la bienvenida, con su mirada me echó una pequeña regañina por llegar tarde. Mientras que mis compañeras me miraron sonrientes y sentí que me acogían con buen agrado.
Así he estado recapacitando sobre la importancia de las miradas.
Todas las palabras que uno no dice las desvela la mirada, todo lo que uno oculta nos lo muestra su mirada, todo aquello que somos está en nuestra mirada.

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