viernes, 9 de mayo de 2008

Hoy tengo una duda...

Durante mi corta e inexperta experiencia docente me asolan miles, no, millones de dudas al día. Pensar cuál es la técnica de aprendizaje más convenientes para mi aula en general, y cuál habría utilizado para un alumno en particular; pensar si hice bien en mandarles leer Patero y tú (adaptado para niños) o si debí hacer que leyesen también el Cid (idem); creer que han aprendido a calcular las áreas de los polígonos y pensar que el concepto de superficie es abstracto,etc., y así podría estar divagando durante horas.

Pero si hay una cosa que tengo clara es que no quiero ser la maestra autoritaria ni la pedante que pasa de todo, sino que quiero llegar al consenso con mis alumnos dándole así libertad de expresión y, al mismo tiempo, dejar que desarrollen su personalidad individual en el aula, sin que esto signifique anarquía ni descontrol. Por ello, hace unos días un alumno me pidió que realizásemos un ejercicio de valoración de la convivencia. Este no es otro que el famoso panel de Fama, porque este programa ha dejado traumatizados, incluso, a los más adultos, y les ha aportado unos patrones de actuación y de personalidad que no son los adecuados, influyendo así en su vida hasta tal punto de pedirme encarecidamente la realización de esta actividad que consiste, básicamente, en poner un punto positivo al compañero que más nos ha ayudado durante la semana y un punto negativo al que no nos ha respetado o nos ha molestado, e resultado es la aplicación de una recompensa al mejor de la semana y de una penitencia al peor.

Sin más dilación diré que en un principio no me gustó nada en absoluto la idea pero que después de pensarlo y, teniendo en cuenta, que la idea venía de un alumno que carece de la suficiente autoestima en el aula, creí que decir que sí sería una forma de reforzar positivamente al chico y que no vendría mal que algunos de los compañeros que peor comportamiento tienen viesen que su actitud no agrada a los demás alumnos.
Bueno, pues hoy a última hora, después de replanteármelo varias veces, decido hacer el famoso ejercicio. En un principio todo iba bien, bueno, ignorando los comentarios infantiles de: "sí, le has puesto un punto positivo porque te gusta", cosa que ya me esperaba de antemano. Todo cambia cuando gran parte de los puntos negativos se centra en los alumnos que tienen problemas de comportamiento en el aula, cosa que tampoco me sorprende, y no debería sorprenderles a ellos porque contínuamente estoy llamándoles la atención en este aspecto y más de una vez han estado castigados por ello.
Uno de ellos, el del efecto Urkel (actúa pero no se hace responsable de los hechos y recurre a la molesta coletilla de "yo no he sido") ve que es el que más puntos negativos tiene, aunque también le dan uno positivo, y, veo como la cara le cambia por momentos. La evaluación termina y acaba ganando él a negativos, veo que su cara se queda mustia y los ojitos le brillan. Insisto en que esta actividad nos sirve para comprobar que hay cosas que aunque a nosotros nos parezcan divertidas a otra persona puede molestarle, aún así no cambia la actitud y ya veo su enfado. Resalto que también le han dado un punto positivo y que hay que quedarse con las cosas buenas porque lo "malo" podemos cambiarlo, pero aún así sigue disgustado.
Finalmente decido llamarlo y le explico que su penitencia consistirá en cambiar su actitud intentando que la próxima semana todos los compañeros noten ese cambio, pero hace oidos sordos y sale por la puerta enfadado y triste. Tras varios segundos, entra una alumna y me cuenta que está llorando, salgo por él pero se va corriendo sin hacerme caso.

Ahora bien, mi duda es: ¿he hecho bien realizando esta actividad?
En un principio creí que podría hacer que los que se portan mal recapacitasen y mejorasen su actitud para con los demás, pero, ha resultado todo lo contrario, los alumnos que peor comprotamiento tenían cada vez que sus compañeros decían algo desfavorable de ellos se reían y, el alumno, que estaba mejorando su comportamiento, al menos en el aula, ha salido llorando por la crítica de sus compañeros. ¿Realmente he conseguido que se replanteen su actitud y que sean autocríticos con el fin de mejorar en el respeto? o, tal vez, ¿he errado y conseguido que un alumno se sienta, quizá, infravalorado hasta el punto de empeorar su conducta en el aula y disminuir su autoestima?

1 comentario:

Garin P. dijo...

A mí me parece que sí es una buena actividad. Lo que pasa es que los alumnos como esos están poco acostumbrados a que sus compañeros (y víctimas de su mal comportamiento) les critiquen. Yo diría más, no sólo no están acostumbrados sino que esperaban salir bien parados.

Si estuviera en tu lugar quizás hablaría con él, en frío, y le diría algo como que todos estamos expuestos a las críticas y que eso nos puede servir para darnos cuenta de las cosas que hacemos mal.

Esto de la crítica, hay quien se la toma muy en serio y a quien le resbala. No es fácil.