Hoy me he despertado reflexionando sobre Oscar Wilde, poeta, dramaturgo y todo lo que se proponía. Precursor del “arte por el arte” fue el antecedente del dandismo, además de ser uno de los primeros autores de su época que se “preocupaban” por las mujeres lo que le llevó a editar una revista femenina, que no feminista, llamada Woman´s World.
El éxito de Wilde se basaba en el ingenio punzante y epigramático que derrochaba en sus obras, dedicadas casi siempre a fustigar las hipocresías de sus contemporáneos.
Aún habiéndose casado y tenido dos hijos, su carácter bohemio y su aprecio por la sexualidad humana, provocó que el señor Wilde fuese acusado de sodomía homosexual, viéndose envuelto en una campaña de descalificación y terrorismo verbal sobre su persona a manos de el marqués de Queenberry, basándose en la estrecha amistad que el autor había tenido con su hijo Lord Alfred Douglas. De esta manera llegó a la soledad de la cárcel de Wandsworth y Reading, donde pasó dos años de su vida y cuya experiencia le llevó a escribir su, no tan famosa, obra Balada de la cárcel de Reading.
Tras esta desventura, viéndose abandonado por su familia y deshonrado moral y culturalmente, cambió su nombre por el de Sebastian Melmoth, para facilitar su existencia en este mundo, aunque se debilitó y se vio envuelto en problemas económicos y de alcohol. Murió en 1900 en Francia, país que le acogió tras su desventura con la justicia, a causa de una infección de oído que acabó en meningitis.