Varias veces efigió Pradilla el personaje de Juana la Loca, y hay pruebas de ello en el Museo del Prado; pero también lo hicieron otros muchos pintores en el siglo XIX. En la corriente historicista que recorrió este siglo, el personaje de la loca princesa castellana gozó de gran aceptación. En la Exposición Nacional de 1878 se concedió a este lienzo, por primera vez, una medalla de honor. El cuadro presenta un momento de descanso en la marcha de la comitiva que acompañaba a la princesa Juana la Loca en el largo camino que había emprendido llevando el cadáver de su marido, el archiduque Felipe "el Hermoso". La demencia de doña Juana, acentuada desde tiempo atrás por los celos, le llevó a hacer este peregrinar (de Burgos a Granada donde quería enterrarlo) solamente por las noches, dado que "una mujer honesta debe de huir de la luz del día, cuando ha perdido a su marido que era su sol". Durante el día se resguardaba el féretro en algún convento, que en la ocasión que en el lienzo se conmemora era de monjas y no de frailes como debía ser: Juana hizo sacar de la iglesia el ataúd de su esposo, celosa de los ojos femeninos que pudieran verlo.
www.museodelprado.com
Este cuadro sugiere angustia, tristeza, locura, pero sobretodo...amor. Un amor que lleva al ser humano hasta colinas insospechadas en las que el mundo se convierte en una agonía por no tenerlo a tu lado, en la que tu alrededor se desvanece como si se tratase de un suspiro.
Pobre Juana, enamorada y decepcionada por el hombre al que respetó y entregó su vida. Siempre he sentido curiosidad por este personaje sumergido en la locura, una locura de amor, según cuentan, con ella nos hemos dado cuenta hasta dónde se puede llegar por un ser amado, aunque espero que ninguno de nosotros acabemos así: enfermos de amor.
Aunque...¿qué es el amor si no una locura?
sábado, 22 de septiembre de 2007
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